El perdón es una palabra que se usa mucho entre nosotros. Se da por supuesto que se “sabe” y se “entiende” y, sin embargo, yo no lo tengo tan claro.
El diccionario define la palabra PERDÓN “como la acción por la que una persona disculpa a otra o una acción considerada como ofensa, renunciando eventualmente a vengarse o reclamar un castigo justo”.
Muchas veces, parece que la persona que perdona tiene la razón y el poder de perdonar. En cambio, a la persona perdonada se le atribuye el error, la equivocación y el comportamiento negativo. Todo ello, con la mala intención, por lo que es quien debe rectificar.
Entiendo que, sólo si alguien siente verdadera y profundamente haberse equivocado, haber causado daño de forma involuntaria y se arrepiente de dicha acción, puede llamar por la compasión y el perdón; ya que si, el daño ha sido intencionado y consciente, ¿para qué quiere dicho perdón?
He meditado sobre el perdón, en mí, en mi ser y, he llegado a la conclusión de que, en realidad, EL PERDÓN NO HACE FALTA. Detrás del perdón está la aceptación sincera, la compasión y el amor verdadero.
“Sin estos atributos” no se puede hablar de perdonar y, “con estos atributos”, ya no hace falta hablar de perdonar (nada…).
¿POR QUÉ ALGUIEN TIENE QUE PERDONAR?
Indagando en el perdón, conecté con los sentimientos que me han llevado a pedir perdón, a perdonar. En esos momentos de mi vida y circunstancias en las que el perdón ha estado presente.
¿Cómo podía?, en esos momentos, dónde sentía rabia e impotencia, tristeza y desilusión, injusticia y rechazo, resentimiento, traición, decepción… ¿Cómo perdonar?, ¿Cómo amar en esos momentos? NO PUDE, NO PUEDO, NO ME SALE…
Recordé que empecé a respirar profundamente… colocando la mano sobre mi pecho, en mi corazón, para ayudarme a conectar mi mente y mi cuerpo, mi parte inteligente y emocional y comprendí el trabajo conmigo misma, hacia mi interior, sin parar de respirar profundamente…
Para ello, necesité tres pasos importantes. Lo primero fue VERLO, DARME CUENTA. Observar qué tenía en mí, muy adentro, ese sentimiento de RECHAZO, porque sin localizarlo, sin verlo, no puedo seguir curándome interiormente.
Muchas veces me sentí mal y sin saber por qué. Era generalizado y, al no conectarme conmigo misma, pararme y respirar, no localizaba ni el sentimiento (de rabia, odio, rechazo, rencor, decepción,…) ni la causa, o mejor dicho, el detonante que destapaba esa energía o emoción que habitaba en mi interior y que, algunas acciones, la ponían en movimiento y la sacaban a la superficie. En cambio, entiendo que a aquellos que sienten paz en su interior, no les sale al exterior nada de eso porque, simplemente, no lo tienen.
Una vez observado ese estado en ese preciso momento, en el que ese sentimiento o emoción está en mi corazón, el segundo paso es la ACEPTACIÓN.
La aceptación es la APROBACIÓN: dar por bueno o recibir algo de forma voluntaria sin OPOSICIÓN. Es la vivencia del momento presente sin oponerse. Es abrazarla, sea cuál sea el estado y sentirla, respirarla, vivirla, en ese preciso momento.
Muchas veces me he sentido diciéndome a mí misma: “…mmm…esto es rencor… así se siente, esto es y me toca vivirlo en este momento… EXPERIMÉNTALO. Y me digo a mí misma, VÍVELO.
Existe una gran diferencia entre abrazar y sentir, el odio y la tristeza, la injusticia y la desilusión, la impotencia, el rencor y el rechazo… Lo esencial es no hacer responsable de lo que sientes al suceso o persona que hace que te sientas así, sino saber que es tuyo y, que sólo desde la ACEPTACIÓN, el amor y la compasión hacia ti mismo, puedes dejarlo salir para que se cicatrice.
El tercer paso es la DECISIÓN. Puedes seguir permaneciendo así y que existan muchos detonantes externos que la vida te pone para que salga esa emoción y puedas sanarla, culpar a lo externo y no atravesar la barrera o TRANSFORMARTE. Transformarte con la voluntad de la mente y la determinación del corazón de querer crecer, ser mejor persona y hacerte responsable de que “eso” que sientes, es tuyo.
Me doy cuenta que no puedo perdonar si sigo JUZGANDO lo de fuera, a otra persona o, incluso, a mí misma. Cuando te pones en la piel del “otro”, cuando llevas “sus zapatos”, comprendes que cada persona actúa según sus condicionamientos, según su educación, sus carencias y necesidades no cubiertas, sus circunstancias (lo que ha vivido, lo que ha pasado,…) que cada uno ve por “su cristal”, “su versión” y “su realidad”.
Necesitamos estar con una mente más ECUÁNIME y más CONSCIENTE para ver la REALIDAD y no distorsionar con nuestra película personal y aceptar la vida tal cual es.
“Aquí, debo destacar, desde la más profunda humildad, el agradecimiento inmenso y respeto a mi maestro GURUJI B.K.S Iyengar y AL YOGA, arte curativo milenario, que poco a poco y, con la práctica, me ha hecho sentir cómo puedo empezar este trabajo personal de transformación”.
El único SER que me ha sabido enseñar el verdadero PERDÓN es el maestro JESUCRISTO, el gran maestro de la COMPASIÓN y el AMOR.
Después de sufrir la INJUSTICIA, los insultos, los abusos, torturas y dolores físicos y emocionales. Después de tantas vejaciones, le pidió al PADRE que los perdonase a todos porque no sabían lo que hacían, porque no estaban conscientes. ÉL no se atribuyó el derecho de perdonarles, sino que pidió que el PADRE lo hiciera.
Por ello, siento que el PERDÓN, en realidad, no existe. Cuando se siente ese amor puro y esa compasión universal, ninguna emoción negativa sale del corazón.
Así que, para enseñarle a un hijo lo que es el perdón, hay que ser un ejemplo primero, saber aprender a transformar esos sentimientos y anclarnos en el amor y la compasión, sintiendo y colocándonos en la piel del “otro”. Al llevar los zapatos del otro, podremos sentir lo mismo y, comprender, que no existe un “otro”, sino que todos sentimos y actuamos igual. Lo que hay dentro de nosotros mismos, es nuestra responsabilidad.
…Todavía no sé lo que es el amor puro y la compasión universal y no logro, siempre, transformar las emociones. Sin embargo, me estoy entrenando cada día para ello. Siento que es el camino para poder ser más libre, más auténtica y sincera, más feliz y en paz.
Ojalá que estas palabras le lleguen a alguien que, en algún momento, haya vivido lo mismo y pueda calmarse, y experimentar un cambio al sentir emociones densas y negativas. Que pueda tranquilizarse y empezar a transformarse.
Estefanía Barra.
Muy bien dicho. Me encanta este artículo. Muchas gracias Estefanía por tu maestría.
Hola me gustaría conocer un poco más del yoga.